Números 12:1-3. María y Aarón hablaban mal de su hermano Moisés porque se había casado con una mujer que no era hebrea sino etíope. Y dijeron: «¿Acaso Dios le ha hablado sólo a Moisés? También nos ha hablado a nosotros». Dios oyó lo que habían dicho, y se molestó al oírlo porque Moisés era la persona más humilde del mundo.
La lepra es una enfermedad que daña, deteriora todo tu cuerpo. La biblia dice que María la hermana de Aron y Moisés, murmuró porque Moisés se había casado con una mujer que no era hebrea. Dice la biblia que Dios habló con María, Aron y Moisés, y les dijo: «Óiganme bien. ¿Por qué se atreven a hablar mal de Moisés? Ustedes saben que cuando yo quiero decirles algo por medio de un profeta, le hablo a este por medio de visiones y de sueños. Pero con Moisés, que es el más fiel de todos mis servidores, hablo cara a cara. A él le digo las cosas claramente, y dejo que me vea». (Números 12:6-8). Todos conocemos el final de la historia, María termino llena de lepra y Moisés tuvo que orar por ella. (Números 12:14.) y Dios le contestó:—Si su padre le hubiera escupido en la cara, sería tal su vergüenza que ella tendría que quedarse siete días fuera del campamento. Pues bien, ese será su castigo. Hoy quiero que te quedes con esto no critiques lo que no entiendes, no digas lo que no sabes, no permitas que tu lengua te condene a vivir una vida leprosa que contamina todo a su paso.
Murmurar es un comentario que se hace de una persona que no está presente, tratando de que esta no se entere y con la finalidad de hacerle daño o de molestarla. Según lo que hemos visto podemos entender, que todo el que murmura lo hace con la finalidad de hacerle daño a una persona. Es decir, que no es lo mismo murmurar que hacer una crítica constructiva. A veces las personas creen que cuando están murmurando están ayudando a la otra persona. Pero si esa palabra viene con la intención de herir, viene fuera de tono, viene desde un corazón arrogante, terminará haciendo daño. Y todo lo que daña a otros no viene de Dios. Porque todo lo puro, lo bueno, y digno de alabanza viene de Dios.
En cambio, todo lo que viene para herir, destruir, y matar el alma, y el espíritu de una persona viene del Diablo. Es decir, cuida tus palabras porque consciente o inconscientemente te estas volviendo un instrumento del enemigo para matar el espíritu de una persona. Muchas veces lo que no hace el enemigo lo hacemos nosotros, porque no hemos educado nuestra boca, porque no tenemos dominio propio a la hora de hablar.
Conozco personas que creen que todo lo que ellos piensan deben de decirlo, pero lo que no entienden es que Dios nos ha llenado de sabiduría para saber cuando hablar y de qué manera debemos expresarnos. Y muchos se preguntarán cómo puede una persona creyente adoptar esta conducta en su diario vivir, si tiene a Cristo, si es bautizado. Y la respuesta que yo les daría es: las personas que no han muerto a su viejo hombre, están siendo guiados por la vieja naturaleza, es decir, por la carne.
Muchas personas aparentan ser los más espirituales, conocen mucho de la biblia, pero que no saben poner freno a su boca. La murmuración es un espíritu al igual que la incredulidad y muchas otras cosas, son obras de la carne que como hijos de Dios tenemos que renunciar a ellas y hacerlas morir.
Hay personas que todo lo que hablan viene contaminado ¿por qué? porque hay un área de su vida donde no han trabajado. Muchos queremos que las cosas se hagan a nuestra manera, pero déjame decirte que somos seres diferentes, con dones y talentos diferentes, y a lo mejor lo que a ti no te parece correcto a otra persona si. Eso me deja entender, que ligado a la murmuración está el orgullo. Si buscamos en la biblia encontraremos que no solo María murmuró, no solo ella estaba llena de lepra. En (Lucas 7:36) se habla de un fariseo que invitó a Jesús a comer en su casa. Dice la palabra que había una mujer que al escuchar que Jesús estaba en la mesa de la casa del fariseo trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.
Este hombre llamado Simón, se dice que era un fariseo, sabemos que los fariseos eran muy estrictos en cuanto a que se cumplieran las leyes y tradiciones, pero ellos mismos no cumplían la palabra, ellos se consideraban las personas más santas, no sabiendo que ellos también eran pecadores como todos a su alrededor. Y me impresiona dos cosas de esta historia, y la primera es, cómo un acto de agradecimiento puede ser muy preciado para unos y muy insignificante para otros. Jesús dijo que siempre se hablaría en todo el mundo de aquel acto que hizo esa mujer. Sin importar que fuera pecadora, aunque no estaba invitada a la casa de Simón ella se atrevió a entrar porque no podía dejar pasar una oportunidad para estar a los pies de Jesús. Muchos tomaron este acto como un derroche, pero Jesús lo tomó como lo mejor que le había pasado en el día. Porque Jesús sabía que esta mujer, que era menospreciada y murmurada por los hombres, había tenido la revelación de quién era él. Porque era necesario que Jesús fuera ungido antes de ir a la cruz. Esta mujer dio de gracia lo que por gracia había recibido, porque a quien mucho se le perdona mucho ama, pero a quien se le perdona poco, poco ama.
Por otro lado, puedo ver como muchas veces invitamos a Jesús a nuestra casa más no le damos la atención que él merece. (Lucas 7:44-46). Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas esta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas esta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies.
Es decir, que lo que no hizo Simón lo hizo aquella a quien todos desvaloraban. Es por eso que Dios es cercano a aquel a quien se humilla, y mira de lejos a los orgullosos. Esa mujer logró captar la atención de Jesús. Me imagino que Simón se sentía muy contento de que Jesús fuera a su casa, tal vez con la esperanza de que Jesús lo sanara. Pero que curiosa es esta escena, si Jesús sabía que Simón estaba lleno de lepra, porque no le preguntó si quería ser limpio, por qué no lo sanó sí él había sanado a muchas personas? Lo que ocurre aquí era que el orgullo de Simón era más grande, y no le permitió humillarse como lo hizo aquella mujer ese día. ¡Qué impresionante es que Jesús esté en tu casa y no pueda hacer nada por ti!
Es por eso que debemos aprender a guardar nuestro corazón del orgullo y nuestra boca de la murmuración.
Dos personas necesitadas de Jesús pero solo una persona fue sana aquel día, solo una persona recibió la atención de Jesús. Aquella mujer fue justificada ante Dios.
(Lucas 7: 48-50). Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es este, que también perdona pecados? Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz. Jesús se centró en la persona que lo honro aquel día , se enfocó en amar y perdonar a la persona que venía delante de él con un corazón agradecido, nada de lo que le das a Dios por más insignificante que te pueda parecer va a ser rechazado por él. Porque Dios no mira como mira el hombre, el hombre mira la apariencia, más él mira la intención con que haces las cosas.
¿Cómo ser libres de la murmuración?
Hoy quiero ayudar a una persona que está luchando con este espíritu de murmuración . Recuerdo que de pequeña yo no media mis palabras pero Dios poco a poco me fue enseñando por medio de su palabra a ser prudente . Y hoy él quiere hacer lo mismo contigo. Te dejaré unos puntos importantes, pero se que Dios te va a ir dando tus propias revelaciones y consejos:
1. Reconoce tu condición ante Dios. Lo primero es reconocer que tienes un impulso o una costumbre que te hace hablar mal de otra persona sin importar que la conozcas o no. Esto se da mucho en las personas que no son cristianas, para ellos es normal hablar de lo que no saben, para ellos es un hábito hablar mal de otros. Pero es triste que esos patrones y conductas también se den dentro del pueblo de Dios.
2. Declara y confiesa que quieres ser libre. Es imposible que seas libre de una condición que no quieres dejar. Debes tener la voluntad o el deseo de dejar esa obra de la carne. Una vez que haces estas dos cosas viene lo más difícil.
3 Huye de toda tentación, que te lleva a hablar mal de otros. Debemos rechazar, y echar fuera todo pensamiento que nos haga pecar. (Santiago 4:7) Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Cuando estamos sometidos a Dios, y hacemos resistencia al enemigo, el no tendrá otra opción más que huir.
Es difícil deshacerte de algo que está interiorizado en ti, pero no es imposible, solo debes reemplazar los malos hábitos por los buenos hábitos con ayuda del Espíritu Santo todo lo podemos hacer. Así que te recomiendo que cada vez, que se esté hablando mal de alguien, no participes de esa conversación, aléjate de todo lo que te hace pecar porque de lo contrario serás tentado y seducido por tu carne y estarás participando de esa obra de la carne.
4. Guarda tu corazón y tu mente. Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.
(Proverbios 4:23). Si estás lleno de amor, hablaras desde el amor, en cambio si estas lleno de odio hablaras desde el odio. También es necesario llenar tu mente y tu corazón de palabras dulces. Concéntrense en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo bello y todo lo admirable. Piensen en cosas excelentes y dignas de alabanza. (Filipenses 4:8). Es importante que cuides tu mente y tu corazón porque ellos son el reflejo de tus palabras.
5. Controla lo que hablas. Por último, te invito a analizar todas las palabras que salen de tu boca. Salomón nos aconseja ser moderados y prudentes al hablar para evitar equivocaciones. (Proverbios 10:19). En las muchas palabras no falta pecado;
Mas el que refrena sus labios es prudente. (Santiago 1:19). Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; Es importante que aprendamos a escuchar más de lo que hablamos.
Espero que esta palabra te haya bendecido tanto como a mi, y espero que puedas poner en práctica esta palabra que hoy Dios te ha regalado.
Para leer el devocional anterior.
Comentarios